#maiestas domini
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memories-of-ancients · 2 years ago
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Maiestas Domini - Gilded copper book cover, Germany, 12th century
from The State Museum of Berlin
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pazodetrasalba · 2 years ago
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Ars
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Dear Caroline:
I don't feel I have an 'intrinsic take in art' myself, although I would guess that, because of my Humanities background, I have probably tried to grapple with this more than you. I am not overtly enthusiastic about Modern Art, even after having read and reflected about its intellectual justifications, which mostly go in the direction of personal expression and formalistic work, but I am very self-contradictory in this, so take it with a pinch of salt. Some painters I like: Chagall (enormously), Kandinsky, Miró, Paul Klee, Mondrian, Klimt, Diego Rivera, Wifredo Lam, Malevich, Tarsila do Amaral... generally, pre-60s stuff. Cant mention US artists I am really interested in -perhaps Basquiat and Rothko.
I feel I have this bookish, natural inclination to reading that I tend to extrapolate in my appreciation of the arts. I usually enjoy pieces the most when they are telling a story, and when I find such story appealing/interesting/decipherable.
Commenting on the things you like:
*Surroundingness - I get this a lot in churches, all the more so if they have lovely stained glass windows. There's also a nice room in the Tate Modern with all Rothkos, and the effect enveloping effect does create something special.
*Weird optical effects - Maybe this tickles my fancy less than for you, but I can think of at least one time it did: Yayoi Kusama's play on lights and reflections in her Infinity Mirrors Room.
*Gold leaf - Sure thing! I am a sucker for medieval art, probably as a function of the love of narrative I talked about above (medieval paintings always tell stories, and I am generally acquainted with them and with the symbolism). Byzantine pieces and Icons also convey what I instinctively feel is high-religious 'proper' and emotionally significant. Maybe there's also a bit of the magpie in me, but I doubt it - I am usually averse to 'luxuriousness' and prefer the muted, the cold, the simple, the broken, the human. But when talking about the Neo-platonic transcendental realms, it makes sense to metaphorize them with the golden light background.
Quote:
For such a post only art would do. An image that fascinated me when I was a child was the Maiestas Domini in the Gero Codex, which is just how I imagined the 'real' Christ should look like.
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ars-videndi · 4 years ago
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Basilique Notre-Dame-Du-Port, Clermont-Ferrand, Auvergne. The southern portal.
Notre-Dame-du-Port is a romanesque church founded by the Bishop of Clermont, Saint Avitus, in the 6th century. It was rebuilt in the 11th or 12th century after being burned down by the Normans. The church was added to the UNESCO World Heritage list in 1998 as part of  Camino de Santiago.
During the French Revolution, the church was vandalized. The furnishings got burned and some carvings on the outside got partly destroyed. Here on the tympanum of the southern portal, all faces are lost.
On the lintel are three scenes (from left): - The Adoration of the Magi. On the very left are the three Magi´s three horses. Under the "roof" are visible the Virgin’s nimbus and the star that led the Magi to the place. - The Presentation of Jesus at the Temple. The temple of Jerusalem is symbolized by the arcade and the little turret. A lantern or a censer is hanging in the temple. To the right of the temple are the priest, Jesus and Mary. The priest and Mary have a "normal" nimbus, while Jesus´ nimbus shows a cross. - The Baptism of Jesus. St. John the Baptist to the left, Jesus standing in the river Jordan - and an angel holding the clothes.
A Maiestas Domini, flanked by two seraphs (note the three pairs of wings), is placed over the lintel.
The two large sculptures next to the doors are less damaged. On the left is Isaiah (standing on two falling angels), on the right St. John the Baptist.
Source: Martin on Flickr (here and here)
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koredzas · 6 years ago
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Haregarius - Maiestas Domini. 844 - 851
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marciastudies · 7 years ago
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Katedra w Chartres XII-XIII w.
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artist-memling · 3 years ago
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The Last Judgment, triptych, central panel Maiestas Domini with Archangel Michael weighing the souls, 1470, Hans Memling
Medium: oil,wood
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carloskaplan · 3 years ago
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Maiestas Domini do Beato de Tábara. S. X
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jgmail · 4 years ago
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Arte sacro español del Museo del Prado, un tesoro de valor incalculable
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Entrevistamos a Fernando Álvarez Maruri, un auténtico enamorado del arte, para que nos hable sobre los tesoros del arte sacro español del Museo del Prado. Fernando se define a sí mismo como un “pradoadicto”. A pesar de no residir en Madrid, cada vez que viaja a la capital de España, realiza visitas al museo; en ocasiones, éstas duran una jornada entera. En esta ocasión nos habla del arte sacro español en el Museo del Prado, correspondiente al románico, gótico y renacimiento. El Museo alberga tanta cantidad de tesoros que es imposible abarcarlos todos en una entrevista. Por eso, cita y comenta, a modo de pincelada, algunos de los más significativos, siendo consciente de que tiene que omitir, muy a su pesar, muchísimas obras de arte de primerísimo nivel.
En una próxima entrevista, que debido a su minuciosidad tardará un buen tiempo, abordaremos del arte barroco en adelante.
¿Cómo descubrió el Museo del Prado y sus numerosos tesoros?
Comencé a viajar a Madrid, de manera continuada, en 1985, a la edad de veintidós años; en aquel tiempo, estudiaba Geografía e Historia en la universidad del País Vasco. Siempre he considerado que el patrimonio histórico artístico de una nación, de alguna manera, es la materialización de su historia. El emperador Carlos V, su hijo Felipe II, Felipe IV y los primeros reyes de la dinastía borbónica, por poner algunos ejemplos, se han convertido tan solo en un recuerdo. La España en la que vivieron se ha transformado profundamente, en muchos aspectos es irreconocible. Sin embargo, algo real y tangible nos queda de ellos. Lo esencial de sus colecciones artísticas se conserva en el Museo del Prado. Cuando contemplamos los Tizianos que tanto fascinaban al emperador Carlos, podemos introducirnos en su mundo, entender su mentalidad y conocer sus gustos estéticos; lo mismo nos ocurre al visitar la sala que atesora los Boscos de Felipe II, o cuando caminamos por el espacio reservado a Velázquez y nos maravillamos con los retratos que pertenecieron a Felipe IV. Tenemos la inmensa suerte de que las mejores obras artísticas de las que disfrutaron nuestros reyes han llegado hasta nosotros, casi siempre perfectamente conservadas, y son accesibles para los ciudadanos.
Huelga decir que para conocer, con un mínimo de rigor, un museo tan extenso y denso como lo es el Prado se necesita realizar decenas de visitas. Siempre que uno deambula por este lugar mágico, descubre pinturas “nuevas”, de las que habitualmente se encuentran depositadas en los almacenes y que por falta de espacio no encuentran acomodo definitivo en las salas del museo. Otras veces, la obra en cuestión ha pasado por los talleres de restauración y ha sido despojada de barnices oxidados, pudiendo ser admirada en toda su plenitud, como salió de las manos del artista que la creó. En realidad, el Prado nunca se termina de descubrir del todo. Es un museo vivo, no una colección cerrada; sigue creciendo e incorporando nuevas obras de arte. Gracias a las adquisiciones por parte del Estado y a las generosas donaciones de particulares, enriquece paulatinamente sus fondos y rellena las lagunas existentes.
Me gustaría que nos comentase cuáles son las obras más señeras de la colección del Prado; me interesan, de modo especial, las de temática religiosa que atesora entre sus muros tan insigne institución cultural. Creo que en esta entrevista deberíamos centrarnos en la escuela española y dejar, para más adelante, el resto de escuelas.
Es complicado hacer una selección de los tesoros artísticos que se conservan en nuestra primera pinacoteca nacional; se trata de una tarea ardua y dolorosa. Por falta de espacio, deberemos excluir de nuestra lista obras de gran belleza estética; tampoco podremos citar a muchos artistas célebres, mundialmente reconocidos. El Prado está considerado como el museo del mundo que atesora un mayor numero de obras maestras por metro cuadrado, se habla de unas ochocientas; los expertos lo califican como un museo de pintores y de artistas, no es una colección enciclopédica al uso. En estas páginas, me limitaré a comentar un ramillete de obras, y no podré realizar un análisis exhaustivo de las mismas. Mi única intención es despertar en el lector el interés por visitar, de manera pausada y ordenada, esta institución. Su existencia supone un motivo de orgullo para los españoles; nos abruma por su inmensidad y a la vez eleva nuestro espíritu. El Prado, entre otras cosas, es una auténtica Biblia visual, que nos ayuda a conocer los pasajes más representativos de las Sagradas Escrituras.
¿Cuáles son las principales obras, dentro de las más antiguas, de la escuela española, que se conservan en el Museo del Prado?
Tenemos que remontarnos al siglo XII, una época en la que en la mitad norte de la península se asientan cuatro reinos cristianos, que siglos más tarde se fusionarán para formar España; nos estamos refiriendo a las coronas de León, Castilla, Navarra y Aragón. Durante esta centuria, dichos reinos se enfrentarán a problemas de tipo sucesorio y competirán entre sí por ampliar sus fronteras. La zona sur de la península se encuentra bajo el dominio del Imperio Almohade; los musulmanes, tras siglos de Reconquista, luchan por conservar Al Andalus, sus tradiciones y religión. En este contexto histórico, en una pequeña población enclavada en la provincia de Segovia, encontramos la Ermita de la Veracruz de Maderuelo. El ábside de este templo se ornaba con una serie de pinturas al fresco. Como consecuencia de la construcción de un pantano, estos frescos fueron trasladados a lienzo en 1947. Su destino final fue la exposición permanente en el Museo del Prado, a partir de 1948. Las pinturas están fechadas en el siglo XII. Se trata, sin duda, de uno de los conjuntos pictóricos románicos más importantes de España.
¿Cuál es la principal finalidad de las manifestaciones artísticas del románico español?
Tienen como única finalidad adoctrinar a los fieles, en su inmensa mayoría analfabetos, a través de la representación de una serie de pasajes bíblicos, siempre con un carácter didáctico. Las cuestiones estéticas quedan supeditadas al mensaje doctrinal que se quiere enviar al espectador; se trata, por tanto, de un arte eminentemente conceptual. Desde el punto de vista temático, se hace referencia a los dos paraísos: el terrenal y el celestial. En un espacio semicircular se representan dos importantes pasajes del Génesis: la Creación de Adán y el Pecado Original; las dos escenas están divididas por una palmera, árbol que hace alusión a la localización oriental del jardín del Edén.
A la hora de representar a Dios Padre insuflando vida a Adán, el pintor anónimo renuncia a cualquier referencia espacial, nos da la sensación de que las figuras flotan en el espacio. En la pintura románica la perspectiva es inexistente. Las figuras aparecen flexionadas, adaptándose al espacio semicircular. Se representa a Adán completamente desnudo, ocultándosele al espectador tan solo la visión de sus partes pudendas. El pintor renuncia al naturalismo y nos da la sensación de que los cuerpos de nuestros primeros padres son los de dos muñecos articulados; recurre a una serie de líneas negras y rojas para dibujarlos. Se utilizan colores planos; los volúmenes de las figuras están iluminados por igual, no existen las sombras, ni matices lumínicos.
La narración del pecado original se sintetiza en una única escena, en la que los protagonistas se sitúan a ambos lados del árbol de la ciencia. Eva sujeta el fruto con una mano, mientras que cubre sus genitales con una hoja de parra, inequívoca señal de que siente vergüenza de su desnudez. Adán, por su parte, con el rostro desencajado, se sujeta el cuello con una mano y con la otra tapa sus partes íntimas; ya son plenamente conscientes de que han pecado contra Dios.
En el testero, espacio semicircular, el artista anónimo representa el Cordero Místico, es decir a Cristo Salvador, inserto en una cruz, sujetada por dos ángeles. A ambos lados aparecen las figuras de Caín (aunque para algunos estudiosos se trataría de Melquisedec) y Abel, presentando respectivamente sus ofrendas a Dios.
Presidiendo este esplendido conjunto pictórico, en la bóveda, aparece el Pantócrator; se trata de la representación, típicamente románica, de Cristo en majestad (Maiestas Domini), insertado en una mandorla o almendra mística, sostenida por cuatro ángeles. El Salvador, entronizado, nos bendice con una mano, mientras que con la otra sostiene el Evangelio. En una ventana muy estrecha encontramos al Espíritu Santo en forma de paloma.
Los cuatro evangelistas aparecen con la forma del Tetramorfos: con cuerpos humanos y las cabezas del animal con el que se les relaciona a cada uno (león para San Marcos, toro para San Lucas y águila para San Juan); a San Mateo se le representa con un ángel. Las figuras de los apóstoles de Cristo aparecen enmarcadas por estructuras arquitectónicas que nos remiten a la Jerusalén Celestial. El pintor reproduce en estos muros otras escenas evangélicas como La Anunciación del Ángel a María; La Virgen y el Niño adorado por un rey mago (en muy mal estado de conservación) y María Magdalena enjuagando los pies a Cristo con sus cabellos. Este conjunto pictórico estilísticamente guarda relación con los lienzos procedentes de San Baudelio de Berlanga (provincia de Soria) y que también se exponen en el museo, en la misma sección dedicada al arte románico.
De entre todas las que cuelgan de las paredes del Prado, ¿Cuáles serían las más paradigmáticas del gótico español?
El museo del Prado cuenta con una excepcional colección de pintura gótica española. Encontramos todo tipo de piezas, desde las de carácter más primitivo y arcaizante hasta las más evolucionadas, que utilizan un lenguaje naturalista, próximo al renacimiento. He escogido para la ocasión una tabla de Jaume Serra en la que se representa a la Virgen de Tobed. Procede de la Iglesia gótico-mudéjar de Santa María de Tobed, en la provincia de Zaragoza; concretamente se trata de la tabla central del retablo mayor. Ingresó en el museo recientemente, formando parte de la generosa donación que realizó Várez Fisa de su colección de obras góticas y renacentistas españolas. En el museo se ha habilitado una sala de grandes dimensiones para exponer dignamente tan valiosa aportación. La Virgen de Tobed está fechada entre 1359 y 1362. Se trata de una obra cumbre del estilo italogótico catalán; además de su indudable calidad estética, se trata de un documento histórico de incalculable valor. Las figuras se recortan sobre un lujoso fondo dorado. Se representa la advocación mariana de la Virgen de la leche. María aparece sentada, envuelta en un espléndido manto bordado, sosteniendo sobre su regazo al Niño Jesús.
Éste es amamantado, mientras gira el rostro hacia el espectador, al igual que hace su Madre; como si quisieran entablar un diálogo con el fiel y hacerle partícipe de la intimidad familiar. En los laterales se distribuyen cuatro esbeltos y bellos ángeles, dos a cada lado, flotando en el espacio, adorando al Niño Dios y a la Virgen María. El retablo fue costeado por el rey Enrique II de Castilla y su mujer Juana Manuel. En esta tabla están presentes varios escudos del reino de Castilla y León y de la casa de los Manuel. A los pies de la Virgen y el Niño, encontramos las figuras de los donantes arrodillados y con las manos juntas, en actitud de plegaria. Aparecen representados a una escala más reducida que las sagradas imágenes, como signo de humildad. A la izquierda se sitúan el rey Enrique II de Castilla junto a su hijo, el futuro Juan I de Castilla. En el extremo derecho de la tabla aparece la reina Juana Manuel y una de sus hijas.
¿Existe alguna otra obra gótica digna de mención?
Vamos a pegar un salto en el tiempo para situarnos en la segunda mitad del siglo XV. Una de las tablas imprescindibles, de las que dejan prendado al visitante por su belleza, es, sin duda, el Santo Domingo de Silos entronizado como obispo, salida de los pinceles de Bartolomé Bermejo. Está datada, aproximadamente, entre 1474 y 1479 y la podemos encuadrar en lo que se conoce como estilo hispano-flamenco. Bermejo creó escuela en Aragón, fue maestro de maestros. Se trata de la tabla central del retablo mayor de la Iglesia de Santo Domingo de Silos de Daroca (Zaragoza). La composición presenta un carácter marcadamente piramidal. Se representa al santo vestido como obispo, no como abad de Silos, y revestido de pontifical. Domingo se presenta ante el espectador en toda su magnificencia, como un ejemplo vivo de la pompa y el boato del que se reviste la Iglesia. Viste casulla y sobre sus hombros descansa la capa pluvial, con una cenefa ricamente labrada, en la que se bordaron imágenes de los santos que contaban con mayor devoción en la localidad; aparece tocado por una mitra y sujeta entre sus manos un libro abierto. La presencia de un precioso báculo, de formas afiligranadas, es otro signo de su poder. El trono, de un inconfundible estilo gótico, rematado por pináculos, se ornamenta con las figuras policromadas de las Siete Virtudes.
Por su parte, la imagen del santo es de una gran rotundidad; aparece colocado en una postura frontal, con la mirada fija en el espectador; su rostro presenta contrastes lumínicos que le confieren un gran realismo. En cuanto a la técnica se refiere, el pintor hace un alarde de su maestría a la hora de reproducir las calidades táctiles de los objetos: las transparencias y veladuras de los tejidos, la riqueza de las sedas y oros con los que han sido confeccionados los ornamentos litúrgicos, el brillo de las joyas, el minucioso brocado de la capa… También demuestra un gran dominio de los efectos del claroscuro. Se utiliza, de forma generosa, el pan de oro, para conferir a la composición una mayor riqueza. No podemos dejar de referirnos al espectacular marco, que es el original, con sus caprichosas y alambicadas formas góticas. Sin duda, se trata de una obra maestra que está a la altura de las mejores tablas flamencas.
El pintor palentino Pedro Berruguete es otro de los grandes artistas que trabajaron en las postrimerías del siglo XV. El Prado cuenta con un excelente conjunto de tablas de este autor. He escogido una que está datada entre 1493 y 1499 y que se titula Auto de Fe presidido por Santo Domingo de Guzmán. Procede de la sacristía del Convento de Santo Tomás de Ávila. Podemos calificar esta obra como de transición; entremezcla elementos típicamente góticos, propios del estilo hispano-flamenco, con otros aspectos que anuncian la llegada del renacimiento. Todavía recurre al lenguaje medieval, representando a los personajes de rango más elevado con un tamaño mayor, como el propio Santo Domingo de Guzmán; por el contrario, los herejes albigenses aparecen empequeñecidos, quedando patente su inferioridad moral. Sin embargo, el autor acepta los presupuestos del renacimiento, demostrando un cierto dominio de la perspectiva, recurriendo para ello a la utilización de elementos arquitectónicos. También combina acertadamente los efectos de luces y sombras. Santo Domingo fue el fundador de la orden de predicadores; se le representa sentado sobre un rico trono con un nimbo coronando su cabeza y tres flores de lis.
Fue el encargado de presidir el auto de fe contra el hereje Raimundo. Este suceso ocurrió en el siglo XIII pero los personajes que aparecen en la escena visten a la moda de finales del siglo XV, época en que reinaron los Reyes Católicos. Seguramente, Berruguete se inspiró en algún auto de fe acaecido en el período en que le tocó vivir. En el centro de la composición, encontramos un trono con dosel amarillo, levantado sobre un basamento. Junto al santo protagonista, en este espacio de honor, se distribuyen seis magistrados, tres a cada lado, cómodamente sentados, conversando entre ellos. Como dato anecdótico, en la grada inferior y a los pies del santo, uno de los jueces dormita plácidamente, ajeno a las preocupaciones que conlleva el proceso. Los oficiales encargados de leer las sentencias permanecen de pie. Junto a las escaleras de la tribuna, un dominico comunica al hereje Raimundo que su pena ha sido conmutada, salvará su vida; el procesado se ha despojado del capirote pero sigue vistiendo el sambenito amarillo. La perspectiva es baja, quedando reflejado en la composición el pronunciado desnivel del terreno. En la lejanía, en la zona izquierda de la tabla, se levanta un pequeño tablado, sobre el que se apiñan los oficiales y los condenados. En el plano bajo de la derecha, muy cerca del espectador, se erige un pequeño estrado de piedra que hace las veces de cadalso para la ejecución de las sentencias. Aparecen dos condenados desnudos, atados a un poste y sufriendo el castigo del fuego; por el suelo se distribuyen las maderas que se utilizarán como combustible. Dos de los herejes visten capirote y sambenitos, símbolos de su pecado. La presencia de soldados, a caballo y a pie, aporta movimiento a la escena. Casi invisibles, bajo el tablado de madera, se sitúan los espectadores que contemplan atónitos la ejecución de los reos.
Otro de los grandes maestros de la pintura, activo a finales del siglo XV, fue Fernando Gallego.
Así es y una de sus obras más bellas es, sin duda, la que se titula Cristo bendiciendo, fechada en 1496. Procede de la iglesia de San Lorenzo de Toro (Zamora). Esta tabla la podemos encuadrar en el estilo hispanoflamenco castellano. El espectacular marco de madera dorada, de elaboradas formas góticas, se confunde con la pintura de la tabla, entremezclándose con el bello fondo arquitectónico que se representa en la composición. El artista dibuja esbeltos arcos apuntados, sujetados por columnas irisadas, que sirven de puntos de fuga, creándose así la ilusión de perspectiva; también utiliza el ajedrezado del suelo para dar la sensación de profundidad. Sobre una plataforma con dibujos de taracea, se levanta un trono gótico de madera sobre el que se sienta el Señor. Al fondo, podemos admirar un dosel, de rico brocado y reflejos dorados, que añade una nota de suntuosidad y elegancia a la escena. En primer plano y en el centro, aparece Cristo como Salvador del Mundo, bendiciendo a la humanidad.
Es una figura de una rotundidad escultural, majestuosa y solemne, que nos transmite una gran serenidad y paz. El pintor lo representa como a un hombre joven, de rasgos equilibrados, larga y ondulada cabellera, barba dividida en dos y con una mirada profunda y conmovedora. Su cabeza aparece inclinada hacia la derecha y el pie izquierdo, desnudo, adelantado; posiblemente el autor quiera romper la frontalidad de la composición y dotar de un mayor dinamismo a la escena. Para impartirnos su misericordiosa bendición, Cristo eleva la mano derecha, con los dedos índice y corazón juntos. En la mano izquierda, porta una esfera de cristal, símbolo del universo sobre el que reina, y que aparece rematada por una estilizada cruz de coral. El pintor demuestra su gran maestría y virtuosismo al diseñar los ropajes de Cristo. La túnica ha sido confeccionada con una espléndida tela, con brocados de grana y oro. El manto, de tono carmín, se sujeta por medio de un espectacular broche de rubí. Los tejidos se pliegan formando amplios ángulos quebrados, al gusto de la pintura flamenca. En los cuatro ángulos de la tabla se distribuye el Tetramorfos, los cuatro evangelistas representados por sus símbolos: el águila de San Juan, el león de San Marcos, el ángel de San Mateo y el toro de San Lucas. Flanqueado a Cristo, en los brazos del sillón y dibujadas a una escala menor, se representan las alegorías de la Iglesia y la Sinagoga. La Iglesia triunfante, a la derecha del Señor, encarnada en una joven muchacha, porta el estandarte de la Victoria y el cáliz con la Eucaristía, aparece cubierta con un manto rojo. Frente a ella, a la izquierda, contemplamos a una anciana a punto de caerse, sujetando una bandera rota y las tablas de Moisés; se trata de la Sinagoga, que viste de amarillo, el símbolo de envidia y la iniquidad.
Dejemos la Edad Media para adentrarnos en el renacimiento español, un momento de la historia en el que florecen las artes y las ciencias. ¿Cuáles son los artistas más destacados de este período con presencia en el Museo del Prado?
Comenzaremos por nombrar a Juan de Flandes, un artista de origen flamenco que difundió en Castilla el arte renacentista y fue pintor en la corte de Isabel la Católica. El Museo del Prado dispone de varias tablas suyas; hemos escogido la que se considera su obra maestra, la Crucifixión, que procede del retablo mayor de la catedral de Palencia. Ingresó en el museo en 2005, como consecuencia de una dación por impuestos. Está datada entre 1509 y 1519. La técnica que utilizó el pintor fue el óleo sobre tabla. La escena se contempla desde un punto de vista bajo, con el fin de que el espectador se sitúe al mismo nivel que los protagonistas de este pasaje evangélico; de esta manera, el fiel participa de una manera más directa en el drama de la Pasión. Presidiendo la composición, encontramos a Cristo crucificado; a su alrededor se distribuyen, en semicírculo, el resto de los personajes. Como paisaje de fondo, al atardecer, divisamos una tierra seca y áspera que nos recuerda a las llanuras castellanas por su color parduzco. En un cielo crepuscular surge una gran nube oscura y amenazadora, que oculta parcialmente la luna y el sol, una reminiscencia de las tinieblas que envolvieron la tierra cuando falleció el Redentor. En la lejanía divisamos a un grupo de aves, con sus siluetas sombrías, flotando en el aire como símbolo de muerte. El autor demuestra un gran dominio de la perspectiva; para ello utiliza con profusión la línea recta en un formato apaisado. Introduce elementos de una marcada verticalidad como la cruz, la lanza del soldado o las estructuras arquitectónicas.
Se observa cierta influencia del arte italiano, sobre todo de Mategna. De este pintor, el Prado posee una tabla en la que se representa el Tránsito de la Virgen. La mirada del espectador se dirige al Cristo clavado en la cruz con tres clavos, según la norma establecida en el siglo XIII. Su cuerpo, ya cadáver, muestra una gran rigidez, no aparece flexionado. Para compensar el hieratismo de la sagrada imagen, el autor nos presenta un paño de pureza en movimiento, con numerosos pliegues y flotando en el aire. La filacteria que corona la cruz dibuja una diagonal, rompiendo así la frontalidad con la que el artista representa a Cristo. El rigor mortis ha hecho acto de presencia, el tono de su piel ha adquirido el característico color cerúleo; de la herida del costado, producida por la lanzada, mana abundante sangre; la cabeza, inclinada hacia la derecha, todavía tiene incrustada la corona de espinas. En el centro de la imagen y en primer plano se hace referencia a una antigua leyenda, según la cual Adán fue enterrado en el monte Gólgota; una calavera y un fémur son los símbolos de esta tradición. Encontramos más restos humanos esparcidos por el suelo.
A la derecha del crucificado se distribuye el grupo formado por la Virgen María, las santas mujeres y San Juan. Observamos sus rostros compungidos, de una palidez marmórea; el llanto por el Redentor y las oraciones se entremezclan; los personajes no se relacionan entre sí, cada uno está encerrado en su propio dolor. La Madre de Dios aparece en primer plano, sentada sobre una roca, transida de pena y envuelta en un manto oscuro de amplios y pesados pliegues. A la izquierda de Cristo, se disponen tres personajes, que contemplan atónitos al ajusticiado; se han convertido a la verdad, ya son plenamente conscientes de que aquel hombre era verdaderamente el Hijo de Dios. Tanto el centurión como el soldado que clavó la lanzada en el costado de Cristo aparecen montados a caballo y de frente al espectador. En el extremo de la tabla, de espaldas, aparece otro soldado, vistiendo una brillante armadura. Juan de Flandes demuestra carecer de conocimientos históricos, su representación es anacrónica. Los tres militares visten según la moda de principios del siglo XVI y no como lo hacían los romanos de los tiempos de Cristo. La finalidad última de esta obra es conmover al espectador, tocar su fibra sensible ante el misterio de la Redención.
Fernando Yáñez de la Almedina introduce en Valencia y en Castilla el renacimiento pleno, la estética del cuattrocento italiano. Al parecer, este artista estuvo vinculado profesionalmente con Leonardo da Vinci, con quien colaboró en su taller. En el Museo del Prado, desde 1946, se custodia una de las más preciadas obras del renacimiento español: Santa Catalina, fechada hacia 1510. Al contemplarla, el visitante se percata de la monumentalidad con la que el autor diseñó la imagen de la santa; ésta se nos presenta de cuerpo entero, como única protagonista de la escena, y aparece magistralmente iluminada. Al mismo tiempo, es una figura delicada, de una sutileza exquisita y marcada verticalidad. Catalina de Alejandría fue una joven princesa del siglo IV, hija del rey Costo, profundamente religiosa, además de virtuosa y sabia. Se negó a contraer matrimonio con el emperador Maximiliano y a consecuencia de ello sufrió martirio y acabó decapitada.
Inicialmente, esta obra estuvo atribuida a los pinceles de Leonardo da Vinci por su perfección técnica. Como decorado de fondo, con el fin de dotar a la composición de profundidad y perspectiva, encontramos una construcción de gusto clásico, con un claro predominio de las líneas rectas. Sobre la cornisa, hallamos una serie de objetos que hacen referencia a las cualidades de la santa: un libro abierto, símbolo de la sabiduría y sobre éste la palma del martirio. En el otro extremo del pretil, una corona de oro, con formas afiligranadas y piedras preciosas engarzadas, hace alusión al linaje real de Catalina. En el primer plano de la composición, surge majestuosa la imagen de la joven, de una hermosura deslumbrante: su piel nacarada y tersa; la mirada baja, como signo de humildad; esbozando una media sonrisa, una clara alusión al mundo de Leonardo; su cabellera rubia aparece parcialmente cubierta con un velo de suave tejido…La posición de los brazos dotan de cierto movimiento a la escena. Con la mano izquierda se levanta delicadamente el manto, mientras que con la derecha sujeta la espada, signo de su martirio, al igual que el fragmento de rueda dentada que aparece en el suelo. Yáñez demuestra un gran dominio técnico al reproducir los suntuosos ropajes con los que se viste la santa. Pinta con esmero las calidades de los elegantes tejidos, muy de gusto italiano, con los que aparece ataviada Catalina. En la zona del escote encontramos tules con sutiles transparencias. El sombreado, producido por los pliegues angulosos de las telas, proporciona a la figura un cierto aire escultórico, dotándola de mayor volumen. De gran originalidad es la presencia de letras cúficas en los vestidos que evocan el mundo morisco. La santa aparece ricamente enjoyada, adornada con perlas y piedras preciosas.
El toledano Juan Correa de Vivar es otra de las figuras señeras del renacimiento español.
El museo cuenta con casi cuarenta obras de este pintor. En el Retablo de la Anunciación, fechado en 1559, podemos admirar sus excelentes cualidades artísticas. Procede del monasterio abulense de Guisando y es una obra de madurez, de su producción tardía. En la tabla central se narra con exquisita delicadeza un pasaje transcendental del Evangelio de San Lucas: el arcángel Gabriel anuncia a María que ha sido elegida para concebir en su vientre al Hijo de Dios. Estilísticamente hablando, esta obra se encuentra en la órbita del Manierismo. Para representar a las figuras humanas, el artista recurre a un canon muy alargado, dotándolas de movimientos agitados. El arcángel aparece en una postura forzada e inestable, un tanto artificiosa. Despliega en el aire una filacteria con el saludo divino a María; sus vestiduras, de suaves tonalidades, se agitan violentamente; contorsiona su cuerpo hacia adelante y flexiona las piernas, mientras sus pies flotan sobre una nube baja.
La paleta que utiliza el pintor es de una gran riqueza cromática, con colores tornasolados y vivos, muy del gusto manierista. Podemos distinguir dos planos: el terrenal y el celestial. En una suntuosa estancia se encuentra María leyendo un libro piadoso, que está apoyado sobre una lujosa mesa. Inesperadamente, irrumpe el arcángel Gabriel en la habitación. La que será Madre de Dios se gira hacia éste, sobrecogida ante esta visión celestial, inclina humildemente la cabeza mientras mueve delicadamente las manos. La perspectiva de la escena es un tanto forzada; las líneas del suelo funcionan como puntos de fuga. En la zona baja, en el centro de la composición, encontramos un jarrón con azucenas, cómo símbolo de pureza virginal de María. Al fondo, creando perspectiva, se dispone el elegante dosel de la cama. En la zona superior izquierda, encontramos lo que se conoce como “rompimiento de gloria”. Dios Padre, aparece como una figura en escorzo, rodeado de nubes y angelitos. Flotando en el espacio, encontramos al Espíritu Santo en forma de paloma. El misterio de la Encarnación del Hijo de Dios está a punto de suceder.
Flanqueando la tabla central, podemos contemplar los dos batientes o puertas de cierre. En ellos encontramos las figuras de San Esteban y San Lorenzo; se les reconoce perfectamente por sus atributos: la palma del martirio de San Esteban y la parrilla de San Lorenzo. Estos santos aparecen representados de manera magistral; el autor emplea una riquísima paleta de colores, llena de matices, que nos remite al manierismo rafaelesco. Correa de Vivar se recrea en el detalle, reproduciendo minuciosamente el bordado de las casullas o los cabellos de los personajes. Cuando se cierran los batientes, el espectador puede contemplar las imágenes de San Hilario, vistiendo un hábito marrón y en una postura un tanto serpenteante, y la representación de la Imposición de la casulla a San Ildefonso.
Juan de Juanes, cuyo nombre real era Vicente Juan Macip, está considerado como uno de los grandes artistas del Prado.
Pertenece a la escuela valenciana renacentista. Fue hijo y discípulo del insigne pintor Juan Vicente Masip, del que cuelgan algunas tablas en el museo. La representación de la Última Cena es, desde mi punto de vista, su obra cumbre. Está fechada entre 1555 y 1562. Tras la Contrarreforma, desde las instituciones religiosas se promueve la exaltación de la Eucaristía en las artes. Este trabajo se lo encargaron al pintor para que formara parte del retablo mayor de la iglesia de San Esteban en Valencia. El Prado conserva otras cinco tablas pertenecientes a dicho retablo; en ellas Juan de Juanes narra episodios de la vida de San Esteban, primer mártir que dio su vida por Cristo. Siempre se ha relacionado esta pintura con la celebérrima obra de Leonardo da Vinci del mismo tema; el pintor valenciano también recurre a la inclusión de fondos arquitectónicos en la composición para crear la ilusión de perspectiva. Podemos apreciar un arco central, tras el cual se divisa un evocador paisaje crepuscular, de formas difuminadas, que confiere profundidad a la escena. En los extremos cuelgan dos pesados cortinones verdes que añaden una nota de color al escenario.
También el diseño del suelo, con dibujo de damero y líneas que confluyen en el horizonte, contribuye a que percibamos esa tercera dimensión. En la zona baja central de la composición, hallamos una jarra y una jofaina de metal, que reflejan la luz y hacen alusión al lavatorio de los pies. Los comensales se distribuyen en torno a una mesa rectangular. Encima de ésta se disponen una serie de objetos y alimentos: trozos de pan, cuchillos, una bandeja plateada, un recipiente con sal, una jarra de cristal transparente con vino…Mención aparte merece el Santo Cáliz. Se trata de una fiel reproducción del grial que se conserva en la Catedral de Valencia y que, según recientes estudios, pudiera tratarse del que utilizó Cristo en la Santa Cena. Nos da la sensación de que el pintor ha recurrido a todos estos elementos para incluir un bodegón o naturaleza muerta dentro de la composición general. La paleta cromática que emplea el artista es rica en matices; el vibrante colorido de la escena y el cuidado dibujo nos remiten a la pintura de Rafael. Juan de Juanes representa el acontecimiento más transcendental en esta Sagrada Cena: la instauración de la Eucaristía por parte del Señor.
En el centro aparece Cristo, levantando la Sagrada Forma; su mirada, serena y profunda, nos transmite una sensación de paz interior. En torno al Redentor, se distribuyen los doce apóstoles, cada uno con sus nimbos y nombres, con la excepción de Judas. San Pedro y San Juan se sitúan al lado del Maestro, en un lugar preferente; estos tres protagonistas de la escena forman una estructura triangular. De gran interés son las expresiones místicas de los distintos apóstoles; cada uno de ellos recibe un tratamiento individual. Con el movimiento de sus manos y a través de la expresión de sus rostros comunican al espectador sus emociones, próximas al éxtasis religioso. En un extremo de la mesa, se sitúa Judas Iscariote, alejado del Señor, en un escorzo forzado; su nombre figura en la banqueta en que se sienta. Viste los colores de la envidia, el verde y el amarillo. Intenta esconder la bolsa que contiene el dinero de su traición; su cabello pelirrojo y la nariz prominente también simbolizan la perfidia.
El extremeño Luis Morales, apodado el Divino, por su dedicación exclusiva a los asuntos religiosos, es otro de los pintores más sobresalientes del renacimiento español.
Posee un estilo artístico inconfundible. Lo podemos encuadrar dentro del movimiento manierista; suele utilizar un canon muy alargado a la hora de representar las figuras humanas, como si quisiera remarcar la espiritualidad de las mismas. También recurre con frecuencia a la técnica del esfumado, inventada por Leonardo da Vinci; los personajes de Morales presentan unos contornos imprecisos y difuminados. En 2015 se celebró en el Prado una exposición antológica del pintor. Nuestra primera pinacoteca nacional cuenta en su inventario con aproximadamente una veintena de obras de este autor. Como ocurre siempre, me ha resultado complicado escoger una sola de sus pinturas. Al final he optado por una de las más reconocidas, imagen arquetípica en su producción. Me estoy refiriendo a La Virgen con el Niño, fechada hacia 1565. El artista recurre a una composición de tipo piramidal; nos presenta la figura de María, de tres cuartos, con la cabeza inclinada y las rodillas separadas, acogiendo en su regazo al Niño Dios.
Los contornos de las sagradas imágenes son imprecisos, se confunden con el fondo negro, de total oscuridad. Prescinde de cualquier referencia espacial, reduciendo a la mínima expresión los elementos representados, tan solo aparece un banco de piedra de forma alargada. Observamos fuertes contrastes lumínicos que ayudan a crear una atmósfera intimista. La Virgen, de suave rostro, dirige la mirada a su hijo, con una ternura infinita, conocedora de su naturaleza divina. Es muy habitual que en las obras de Morales aparezcan delicados velos; en este caso, la cabeza de María aparece cubierta con un tul transparente, casi imperceptible, un auténtico alarde de su dominio técnico. Sobre su vestido carmín, descansa una capa azul, color que se asocia a la pureza virginal. Con sus manos sujeta al Niño, estrechándolo amorosamente entre sus brazos. El infante reclama la atención de María, la mira con ternura mientras palpa con su diminuta mano el pecho de la madre, buscando el alimento. Morales recurre a un diálogo de miradas para conferir a la escena una mayor intimidad. Se trata de una variante del tema de la Virgen de la Leche.
Como colofón de esta selección de pinturas del renacimiento español, ¿podría analizar alguna de las muchas y magistrales obras que se conservan en el museo de Doménikos Theotokópoulos, más conocido como el Greco?
Este artista, reconocido en todo el mundo, cuyo nombre figura con letras de oro en el inventario de la pinacoteca madrileña, nació en la isla de Creta, en donde vivió hasta los 26 años. Después, viajo a Italia, concretamente a Venecia y Roma, y descubrió a los grandes artistas del renacimiento, como Tiziano, Tintoretto y Miguel Ángel. A partir de 1577, se estableció definitivamente en Toledo. Por su estrecha vinculación con nuestro país, se le encuadra dentro de la escuela de pintura española. El Cristo abrazado a la cruz que se expone en el Prado es uno de los lienzos más bellos que pintó sobre este tema; existen diversas versiones, unas salidas directamente de las manos del cretense y otras identificadas como obras de taller. Este óleo ha sido fechado hacia 1602, coincidiendo con la etapa final de la carrera del pintor. Al Nazareno se le representa como una figura de tres cuartos, recortándose sobre un fondo de tinieblas grises, sin ningún tipo de referencia arquitectónica o espacial. El espectador lo contempla desde un punto de vista bajo; de esta manera, se refuerza la monumentalidad de Cristo. El artista utiliza un canon alargado, con el fin de dotar a la imagen del Señor de una gran carga de misticismo y espiritualidad. Se trata de una composición de marcada verticalidad; todo lo representado en este lienzo nos invita a elevar la mirada hacia los cielos, toca nuestra fibra más sensible. De nuevo recurre al lenguaje manierista, tan presente en la obra de El Greco. La cruz aparece en una posición casi erecta, ligeramente inclinada, sujetada de una manera amorosa por Jesús.
Las manos alargadas del Nazareno, de una blancura casi nacarada, con los dedos anular y corazón juntos, nos recuerdan a las del Caballero de la mano en el pecho, uno de los iconos del museo. El rostro de Cristo es sumamente delgado, demacrado, propio de un asceta, de una palidez extrema. El espectador más sensible se conmueve al contemplar esos ojos humedecidos, con una mirada serena, ascendente, que establece un diálogo espiritual con el Padre que está en los cielos. El artista reproduce la corona de espinas con un gran detallismo y minuciosidad, recreándose a la hora de dibujar el complejo trenzado de las ramas; la presión que ejercen las espinas han provocado numerosas heridas en la cabeza de nuestro Señor, algunas gotas de sangre se deslizan por su cuello. Para remarcar aún más la naturaleza sagrada del Nazareno, el pintor sitúa detrás de la corona de espinas un nimbo romboidal, muy luminoso. En cuanto a la vestimenta se refiere, el cretense opta por los colores clásicos con los que se representa a Jesucristo: el rojo para la túnica y el azul para el manto.
Por Javier Navascués
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renaissance-art-blog · 7 years ago
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The Last Judgment, triptych, central panel Maiestas Domini with Archangel Michael weighing the souls, 1467, Hans Memling
Size: 160x221 cm Medium: oil, wood
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jesusperezarte · 4 years ago
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ARTE.
"EL EXPOLIO",1577/79.
Doménicos Theotocópoulos, EL GRECO.🇬🇷
Oleo sobre lienzo
Manierismo
Catedral de Toledo🇪🇸
Pocos artistas han influido tanto en la estética de la pintura renacentista como lo ha hecho el Greco. En esta ocasión nos encontramos ante una de sus obras más famosas la cual realizó a su llegada a España, el Expolio.
A pesar de que a día de hoy el Greco está considerado como uno de los máximos exponentes de la estética manierista lo cierto es que el pintor fue en cierto sentido un incomprendido y a pesar de trabajar para algunos de los comitentes más destacados de la época sus óleos no fueron siempre bien recibidos. Como ya he señalado, el Expolio es una de las primeras obras que el artista realizó en España. Se trataba de un encargo para el Cabildo de la Catedral de Toledo que el artista consiguió gracias a la intersección de su amigo Don Diego de Castilla.
El Expolio es un tema religioso procedente del Nuevo Testamento que se engloba dentro de la iconografía de la Pasión. Se trata de una escena en la que los soldados romanos se disponen a arrancarle las vestiduras a Jesucristo mientras que una multitud se agolpa para observar la escena. El artista situó a la derecha del lienzo en un primer plano a las tres Marías y a la izquierda uno de los soldados que agachado en un potente escorzo típico de la pintura manierista, prepara la cruz clavando los maderos. Jesucristo ataviado con un llamativo manto rojo se sitúa en el centro de la composición y a su lado un hombre con una armadura del siglo XVI. Entre la muchedumbre destaca un hombre desconocido que señala al espectador llamando nuestra atención. Fueron precisamente este tipo de libertades las que hicieron que el Cabildo Catedralicio de Toledo rechazase la obra del artista y de hecho, le ofrecieron como pago de la obra mayor cantidad por el marco –que él mismo también elaboró- que por el óleo en sí. En la composición la figura de Jesucristo se ha representado de forma monumental, los pliegues ampulosos de sus ropajes le otorgan un aspecto escultórico. Por su parte la composición de las figuras secundarias alrededor de Cristo parecen formar una especie de mandorla o almendra mística al más puro estilo de las "Maiestas Domini" . En la obra del Greco se puede apreciar una influencia de las formas bizantinas que conoció a lo largo de su etapa de formación, fruto de esta influencia son los cuerpos y formas alargadas de los rostros tan típicos de la figura del artista. La gama de colores utilizada es oscura y sobre ella destacan los colores del manto de Cristo y los amarillos del primer término
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roobridge · 7 years ago
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Gaston Phoebus (1331–1391).  Livre de la chasse, in French  France, Paris ca. 1407
Ex Libris of King Ferdinand II of Aragon and Queen Isabella of Spain Livre de la chase. 
“The Morgan Phoebus, a book fit for a king, was given to Ferdinand and Isabella a few years before 1492, when they retook Granada and added the pomegranate (its symbol) to their coat of arms. As a sign of their ownership, they commissioned a Castilian artist connected with Juan de Carrion to add this splendid ex libris to the manuscript. The emblems in the inner border reflect the monarchs' conjugal bond, for each used the one belonging to the initial of the other: Ferdinand, the yoke (iugo, the I) and Isabella, the arrow (flecha, the F). The animals in the outer border offer a prelude to the manuscript, as they are quoted from its miniatures.”  http://www.themorgan.org/collection/livre-de-la-chasse/1
Final Instructions Before The Hunt
“Following a long medieval tradition going back to antiquity, the manuscript begins with an author portrait. Gaston Phoebus, however, is not shown writing, as might be expected, but giving final instructions before the hunt commences. He, as the rubric for the author's prologue states, was the Count of Foix and Viscount of Béarn. Here he is seated on an elaborate throne, in a composition that has been likened to a Maiestas Domini. Instead of nine angelic choirs, however, there are nine hunters and dogs instead of the symbols of the evangelists. At the bottom are eight more hunters (three are beaters) and three dogs. Among the dogs are beagles, greyhounds, spaniels, and alants. The miniature precedes the prologue, in which Phoebus invoked the Trinity and the Mother of God, gave Phoebus as his nickname, and spoke about the virtues of hunting. By overcoming idleness, the hunter avoided the seven deadly sins, could savor the fresh morning air, would experience the joy of a successful hunt, would enjoy the celebratory meal, and would sleep peacefully, undisturbed by bad dreams. Hunters would also live longer and enter Paradise when they die. The arms of the first owner at the bottom of the page have been replaced by those of the second, probably Francis II, Duke of Brittany (r. 1458–88), who first adopted the cordelière as an emblem.” http://www.themorgan.org/collection/livre-de-la-chasse/3
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carloserikmalpicaflores · 6 years ago
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Carlos Malpica Flores leyó: Panteón de los Reyes de la Colegiata de San Isidoro de León
Obra: Panteón de los Reyes de la Colegiata de San Isidoro de León.
Cronología: h. segunda mitad del siglo XII.
Estilo: Románico pleno.
Técnica: Pintura al temple.
Soporte: Estuco blanco.
Dimensiones: ± 8m lado.
Ubicación: León.
CONTEXTO HISTÓRICO-ARTÍSTICO
El Panteón de los Reyes es el monumento sepulcral más antiguo en la estructura actual de la Colegiata de San Isidoro de León. En efecto, esta basílica, que acogió las reliquias de san Isidoro de Sevilla para aumentar la influencia espiritual, cultural y política que León sostuvo durante el siglo XII gracias a los monasterios que custodiaban sendas reliquias de san Pelayo y san Juan Bautista, conoció un desarrollo constructivo extraordinario desde el siglo IX al XI.
A sus pies, precisamente, se encuentra el Panteón Real. Erigido por Alfonso V (999-1028), que también mandó construir un cementerio episcopal en la zona de la cabecera tras el ataque de Almanzor a la ciudad, el panteón acoge los cuerpos de sus padres, Bermudo y Elvira, y los del propio Alfonso. Pero sin duda el gran momento fue el del rey castellano Fernando I y Sancha de León, hija de Alfonso V. También ambos se harán enterrar allí tras reafirmar en piedra la estructura de la edificación, junto con sus tres hijos: Urraca, Elvira y García. Será Urraca I de León (1109-1126) y su sucesor Alfonso VII (1126-1157) quienes enriquecerán el espacio de la iglesia y, lo que es más interesante para nosotros, patrocinarán las pinturas del Panteón Regio, además de ordenar la realización de las tres maravillosas portadas románicas de la propia basílica.
El Panteón Regio o Capilla de los Reyes es un espacio cuadrangular articulado por dos gruesas columnas que dividen el área en tres naves de dos tramos, generando un total de seis bóvedas. Los muros del panteón, relativamente alineados con los de la iglesia, incluían el propio espacio funerario en la parte inferior y una tribuna regia en el nivel superior, para que los monarcas siguieran las ceremonias.
El área viene configurada por las dos grandes columnas exentas, gruesas y achatadas, con un trabajo escultórico que, tanto en los capiteles de decoración zoomórfica y ornamentación vegetal como especialmente en los figurados con escenas bíblicas (la resurrección de Lázaro y la curación de un leproso, ambas claras referencias a la redención y la resurrección de la carne y el espíritu), acusan, si bien en un estado poco desarrollado, la influencia francesa transmitida por el Camino de Santiago, con su papel de ruta vertebradora de la Europa medieval cristiana.
La gama de colores que predomina en la decoración de las bóvedas es la de castaños y ocres rojizos sobre fondo blanco, con numerosas inscripciones; un programa pictórico que comienza en época de Urraca y continúa con Alfonso VII y que constituye una verdadera joya de la pintura medieval.  Busquemos sus claves de lectura.
El espacio pictórico está conformado, como hemos indicado, por la cubierta abovedada del Panteón Real y los espacios superiores a partir de la línea de impostas. Incluso el intradós de los arcos incluye motivos pictóricos.
Por su carácter catequético, las pinturas prescinden de realismo en perspectiva y tratamiento. La simplificación y geometrización de los volúmenes nos hablan del estilo pictórico de influjo francés, que llegaba por la ruta de peregrinación a Santiago de Compostela y que por entonces ya había calado en la miniatura local.
Son un total de seis bóvedas en las que se representan a modo de catequesis visual temas de los tres ciclos de la vida de Cristo: la Natividad, la Pasión y la Resurrección, que son también los ciclos litúrgicos.
1. Ciclo de la Natividad: las pinturas se desarrollan sobre fondo blanco, con rojos y azules, hoy casi grisáceos. Diferentes alusiones a elementos naturales enmarcan las escenas bíblicas: la Anunciación, la Visitación de la Virgen a su prima santa Isabel, la Epifanía, la huida a Egipto…
Destaca el anuncio a los pastores de Belén del nacimiento de Jesús (cfr. Lc 2, 8-18), de gran naturalismo: el ángel mueve aún sus magníficas alas descendiendo hacia los pastores, dos de los cuales tocan sus instrumentos mientras un tercero da de beber a su mastín. Simultáneamente tienen lugar escenas anecdóticas aprovechando los laterales de la bóveda, como dos machos cabríos enzarzados en una pelea o bueyes tratando de alcanzar las hojas de los delgados árboles, cuya realización con finas líneas curvas otorgan dinamismo y estilización a la composición.
También resulta de gran interés el conjunto de la matanza de los inocentes ordenada por Herodes (Mt 2, 16-18), en la que el ejército, caracterizado con la indumentaria y armamento propios, blande sus espadas. Uno, incluso, atraviesa con su lanza a un recién nacido cuyo rostro deja entrever matices expresivos frente a la impasibilidad de los soldados, y que refuerza la idea del interés por los detalles presente en todas las pinturas.
2. Ciclo de la Pasión: comienza con una espléndida representación de la Última Cena, con Cristo presidiendo y los distintos apóstoles identificados con epígrafes sobre sus cabezas entre los que destaca Judas robando un pez, símbolo de Cristo; incluso aparece el pincerna, el que servía el vino. Continúa el ciclo con la escena del lavatorio de los pies, las negaciones de Pedro sugeridas con la aparición del gallo y la propia representación de la tristeza del príncipe de los Apóstoles, para rematar con la Crucifixión.
3. Ciclo de la Resurrección: la manifestación fundamental de este ciclo de la glorificación de Cristo, que incluye profetas, evangelistas y santos, aparece en el gran Pantocrátor o Cristo en majestad (Maiestas Domini), sedente en el trono y con los pies apoyados sobre la esfera terrestre. Bendice hierático con el Libro abierto en el que se lee EGO SVM LVX MVNDI (“Yo soy la luz del mundo”) y nimbo crucífero, envuelto en una magnífica mandorla mística estrellada en referencia a la bóveda celestial y rodeado por el Tetramorfos (representación de los cuatro evangelistas con sus animales simbólicos, identificados también con sendos epígrafes), que emerge de formas flamígeras que rodean la impresionante representación. Con gran nivel de detallismo, esta escena que jalona la bóveda del espacio central transmite la solemnidad de Jesús como juez eterno que hace salir a la luz lo oculto del corazón humano. A esta omnipotencia hacen referencia el alfa (Α) y la omega (Ω) que flanquean su cabeza aureolada sobre el fondo estrellado que representa la bóveda celestial. Además, en el intradós sobre el Pantocrátor aparece la Dextera Domini, la mano de Dios, un motivo iconográfico de raigambre judía y muy popular en época medieval (de hecho aparece en la propia Puerta del Cordero de la misma basílica) que nos habla de la intervención de Dios en la historia humana, así como de su indivisibilidad con Cristo en la naturaleza divina.
En el intradós del arco formero que se encuentra a la derecha del Pantocrátor se representa un calendario agrícola o mensario. No ha de sorprender la inclusión de un motivo popular de carácter pagano; en otras grandes sedes, como en la propia catedral de Santiago, se incluían motivos similares, como zodíacos. En cierto sentido, son referencias a Dios como centro de la vida cotidiana y de los tiempos humanos. Aquí aparecen 12 medallones, uno por cada mes del año, con las representaciones de las labores propias de cada uno e incluyendo además referencias propias del arte romano que nos hablan de un interés por legitimar a la institución monárquica vinculada al mundo de la caballería:
Enero: aparece el dios romano Jano como bifronte, representando el final de un año y el comienzo de otro que precisa del discernimiento necesario para tomar las decisiones que condicionarán el resto del año.
Febrero: por el frío supuesto a este mes, se representa como un anciano calentándose al fuego
Marzo: se representa mediante un hombre podando las viñas en la mejor época para hacerlo
Abril: un joven toma los primeros brotes de la primavera
Mayo: caracterizado como el “mayo caballero”, por ser época de campañas militares, contiendas, torneos         y exploración.
Junio: aparece un campesino segando los tallos
Julio: las espigas de trigo están ya prontas para la hoz, y el campesino se dispone a segarlas.
Agosto: se nos presenta la actividad propia de este mes tras la siega, que es la maja del grano mediante un mayal.
Septiembre: el típico mes de la vendimia se representa mediante un hombre que recoge las uvas en un recipiente.
Octubre: tiempo de engordar a las reses porcinas, el calendario incluye a un personaje alimentando con bellotas a un cerdo.
Noviembre: aparece la matanza del cerdo, propia de este mes de san Martín.
Diciembre: el último mes del año se identifica mediante una mesa surtida bajo la cual se dispone el fuego para calentar los pies.
Se le conoce como la “Capilla Sixtina” de la pintura románica.
En origen, se accedía al Panteón Real mediante una puerta en el muro occidental de la basílica. Con las obras de ampliación, a comienzos del siglo XII, esta puerta se cegó y se abrió otra en el ángulo suroriental.
Durante la remodelación de la basílica, se erigió un altar a santa Catalina de Alejandría, y la estancia tomó también el nombre de Capilla de Santa Catalina.
GALERÍA DE IMÁGENES
Vista interior con la nueva iluminación del espacio.
Anuncio del ángel a los pastores
Matanza de los inocentes
Crucifixión
Pantocrátor
Calendario agrícola
BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA
BANGO TORVISO, Isidro: El románico en España, Madrid, 1992
CAMÓN AZNAR, José: Pintura medieval española (Summa Artis, XXII), Madrid, 1966
GARCÍA MARTÍNEZ, Aida: “El Panteón de San Isidoro de León: estado de la cuestión y crítica historiográfica”, Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte de la Universidad Autónoma de Madrid, vol. 16, nº 16, Madrid, 2004.
LÓPEZ LORENTE, Vicente – ARTEGUIAS: https://ift.tt/2x9Yjaw (Consulta: 18/08/2018).
María del Camino Viana
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globalworship · 7 years ago
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King Christ: Bring Together All Peoples of the Earth
Almighty and everlasting God, whose will it is to restore all things in your well-beloved Son, the King of kings and Lord of lords: Mercifully grant that the peoples of the earth, divided and enslaved by sin, may be freed and brought together under his most gracious rule;  who lives and reigns with you and the Holy Spirit,  one God, now and forever. Amen. 
-- Book of Common Prayer
For helpful commentary on this prayer, see http://anglicanpastor.com/collect-reflections-the-sunday-closest-to-november-23-christ-the-king-sunday/
Here are some excerpts:
First, we can know that King Jesus is ruling even now, and that even what seems terrible is sifted through his loving hands to ensure that it works for our good.
Second, we should look forward in hope to when this beautiful world is renewed and restored to a far greater glory.
Third, we can know that that future world will be a time of not only individual salvation but of glorious fellowship among different nations and peoples.  While ethnic differences now cause strife, on that day they will bring joy.
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‘Christ Enthroned’ contemporary icon by Mark Dukes https://fineartamerica.com/featured/christ-enthroned-icon-mark-dukes.html
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I’m indebted to Victoria Emily Jones for this next entry, found in her blog post at https://artandtheology.org/2017/07/04/roundup-hebrews-album-flags-in-church-god-the-plowman-digitized-prayer-book-lively-praise-hymns/
A video excerpt from the evening worship service held on June 14, 2017, at the  General Assembly of the Presbyterian Church in America
https://videos.files.wordpress.com/QLcuvg4b/joyful-joyful-full-res_dvd.mp4
Te praise team launches into a second hymn at 3:36 to ululation (celebratory cheer sounds), this one Caribbean-flavored. Composed by Felice de Giardini in the eighteenth century, “Come, Thou Almighty King” is a Trinitarian invocation: “Come, Thou Almighty King” (verse 1), “Come, Thou Incarnate Word” (verse 2), “Come, Holy Comforter” (verse 3). This particular arrangement is by Joel Littlepage, with orchestration by Michael Anderson. [See Victoria’s blog post for more details.]
1 Come, Thou Almighty King, help us Thy name to sing, help us to praise: Father, all glorious, o'er all victorious, come and reign over us, Ancient of Days.
2 Come, Thou Incarnate Word, gird on Thy mighty sword, our pray'r attend; Come, and Thy people bless, and give Thy Word success: Spirit of holiness, on us descend.
3 Come, Holy Comforter, Thy sacred witness bear in this glad hour: Thou who almighty art, now rule in ev'ry heart, and ne'er from us depart, Spirit of pow'r.
4 To the great One in Three, eternal praises be hence evermore. His sov'reign majesty may we in glory see, and to eternity love and adore.
https://hymnary.org/text/come_thou_almighty_king_help_us_thy
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Christ Enthroned (contemporary icon) by Natalya Rusetska, Ukraine http://iconart.com.ua/en/artists/artist-16/natalya-rusetska
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See more of Natalya’s art at http://iconart.com.ua/en/gallery
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Christ in Majesty or Christ in Glory (Latin: Maiestas Domini) is the Western Christian image of Christ seated on a throne as ruler of the world, always seen frontally in the centre of the composition, and often flanked by other sacred figures, whose membership changes over time and according to the context. The image develops from Early Christian art, which directly borrowed the formulae of depictions of the enthroned Roman Emperor. In the Byzantine world, the image developed slightly differently into the half-length Christ Pantocrator,
The full-length image of Christ is surrounded by the symbolic beasts of the Four Evangelists in the corners, representing the vision of Chapters 4 and 5 of the Book of Revelation. [In the icon above, we also see many angels with their wings folded.]
https://en.wikipedia.org/wiki/Christ_in_Majesty
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O Lord our God, You alone are the Most Holy King and Ruler of all nations. We pray to You, Lord, in the great expectation of receiving from You, O Divine King, mercy, peace, justice and all good things. Protect, O Lord our King, our families and the land of our birth. Guard us we pray Most Faithful One. Protect us from our enemies and from Your Just Judgment Forgive us, O Sovereign King, our sins against you. Jesus, You are a King of Mercy. We have deserved Your Just Judgment Have mercy on us, Lord, and forgive us. We trust in Your Great Mercy. O most awe-inspiring King, we bow before You and pray; May Your Reign, Your Kingdom, be recognized on earth. Amen.
https://www.ewtn.com/devotionals/novena/christking.htm
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Christ in Glory. Ethipoic Gospels - Parchment manuscript British Library https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Christ_in_Glory._Ethipoic_Gospels_-_Parchment_manuscript_British_Library_Or._MS_481,_f.110v.jpg
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There is a really good, and really lengthy, ‘Liturgy for Christ the King’ at http://www.ewtn.com/devotionals/litanies/christking.htm
Out of the dozens of the lines, about 3 of them at the end reflect the Roman Catholic view of Mary. But 98% of the powerfully-worded prayer can easily be prayed by Protestants.
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Feast day of Christ the King Your kingdom is an everlasting kingdom, on earth and in heaven above, your people and all those confessing your name, sharing the blessings of your grace. Your victory which conquered the fear of death, demonstrating the power of love, your peace which flows like a stream in our hearts, what could be greater than this? Prayer by John Birch ~
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‘From Every People and Nation,’ a book by Hays and Carson https://renewpartnerships.org/posts/from-every-people-and-nation-by-hays-and-carson/
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Christ Enthroned, Book of Kells, ancient Ireland
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historiadrzwi812-blog · 7 years ago
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Drzwi Oficjalna Minecraft Wiki Polska
Ostatnimi czasy została wdową sama z synem np karku kilkadziesiąt lat aluzja gna przed siebie na zegarku. Drzwi służyły przede wszystkim ilustracji Składu Apostolskiego jako kurs prawd i właśnie zasad wiary chrześcijańskiej. Ignacy Polkowski Podług inskrypcjami montażystą drzwi zostały pochodzący z zakresu Francji ewentualnie z Florencji mistrz Piotr. Przyjmuje się, iż drzwi również do płockiej katedry zamówił arcypasterz Aleksander z zakresu Malonne (zm. Jak myślą badacze, dodatkowo w średniowieczu Drzwi Płockie opuściły przy niewyjaśnionych warunkach miasto i także znalazły były w soborze świętej Zofii już w Nowogrodzie Sporym. Obecnie nasze wyroby według indywidualnych zleceń, produkowane są poprzez ok. 19 pracowników np ponad tysiąc m2. Dla gości indywidualnych opracowujemy przede wszystkim konstrukcje schodów, otworów okiennych i drzwi wejściowe drzwi wejściowe oraz meble wypoczynkowe (Proszę wejść na dobrany produkt. ) W przypadku gości hotelowych instytucjonalnych Specjalizujemy się w tworzeniu mebli papierniczych i różnych imporcie ale i w produkowaniu drzwi wewnętrznych. Na. stosowane przy pojazdach porozumiewania się zbiorowej ( autobus, tramwaj itp. ) drzwi odstawiane do wewnątrz i właśnie składane będą trudne również do uszczelnienia, jednakże drzwi odstawiane na zewnątrz , a oprócz tego odskokowo-przesuwne będą bardzo hermetyczne, ze względu przykład rozdzielenie produkcji ruchu uchylenia i dociskania do ościeżnicy. Dla tego typu, którzy zaryzykowali aż tak abstrakcyjnym myśleniem posiadamy odrobinę ukojenia w formie krótkiej dziejach drzwi. Statyczne postacie osób i ulubionych zwierząt zostały „ożyły” oraz przemówiły, a wszystkie kwatery drzwi zewnętrzne i bordiury zamieniły były w krótkometrażowy kreskówka. Zobacz jak duże opinie wiedzą użytkownicy atlasie Obcy obok naszych drzwi i oby oceniają tę osobę pod kątem ilości wykonania, kwoty i dizajnu. W latach, gdy swój środek poruszania się zarezerwowany został dla mało osób uprzywilejowanych osób, wsiadanie i wysiadanie z zakresu gracją i właśnie w sposób nakazany poprzez normy towarzyskie było obowiązkiem, dlatego też w szerokim zakresie otwierane drzwi stanowiły wszystkie rozwiązanie. Aktualnie wykonywane drzwi wejściowe nie są ozdobione i w niewielu przypadkach są wykonane z drewna. Pasażerowie mogą wysiąść i zapłacił za przewodnik bez przymusie obchodzenia otwartych drzwi. Wynajmując drzwi można pamiętać tym także, że zbudowane są na te reklamy takie detale jak: frakcja, ościeżnica i klamka. Onegdaj, dawno temu istota ludzka wymyślił drzwi wejściowe, lecz drzwi drewniane nie wystarczały, aby zdołać zachować się przedtem napastnikami i także... niechcianymi gośćmi: ) Homo sapiens siedział owszem długo i wymyślił zamknięcie. Wiejskie drzwi zewnętrzne były bardzo niskie i także trzeba było rozmyślać podczas wchodzenia, bo łatwo było nabić sobie guza. Patrząc coś niżej, od razu nad skrzydłami drzwi dostrzeżemy chrzest Chrystusa w Jordanie oraz męczeńską śmierć Jana. Każde drzwi mogą być zaopatrzone w skrzydła metalowe, wejściowe lub w zakresie MDF-u przy kolorze blach. Od samego końca XIX przy. w nie jeden Wielki Czwartek obydwie przyjaciół muzułmańskie porzucają antagonizmy a także zgodnie pokazują klucze również do Grobu Pańskiego zakonnikom franciszkańskim na owszem długo, jak długo zabiera podwórko kościoła już w procesji a także otwarcie drzwi zewnętrzne po porannej liturgii. Boczne, jednoskrzydłowe drzwi lewe czegoś votum dziękczynne od Wojsk Lądowych, jednakże prawe do Sił Powietrznych, z płaszczem wodnym i Marynarki Wojennej. Łodzie mogą iść przez wprost podwójne wjazd, co daje stworzenie na przykład. doków. Kulminacyjną drzwi drewniane sceną Drzwi Płockich by było znajdujący się od górze prawego skrzydła Maiestas Domini - przedstawienie Pana na majestacie w środowisku czterech znaczen żyjących (Czterech Ewangelistów) z przeprowadzenia wizji proroka Ezechiela.
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marciastudies · 7 years ago
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Portal w Moissac XII w.
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artist-memling · 3 years ago
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The Last Judgment, triptych, central panel Maiestas Domini with Archangel Michael weighing the souls, 1470, Hans Memling
Medium: oil,wood
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